La Casa Burés, un edificio emblemático del modernismo barcelonés, se alza con orgullo en la esquina de las calles Ausiás Marc y Gerona. Este majestuoso inmueble, diseñado por Francisco Berenguer aunque firmado por Miquel Pascual, flirtea con los estilos neogótico y germánico. Desde su construcción entre 1900 y 1905 para el industrial textil Francisco Burés Borrás, la casa no solo ha sido un hogar, sino un símbolo de la Barcelona de principios del siglo XX.
La historia detrás de su construcción
Francisco Burés Borrás, el hombre tras la Casa Burés, era un destacado industrial textil que movió las fibras de la economía en aquella época. Proviniendo de una familia con tradición en el sector textil, su visión fue clara: quería un lugar que fuera tanto su hogar como la sede de sus empresas. Así, con un potente trasfondo familiar, la Casa Burés nació como un espacio que reflejaba las aspiraciones de una nueva clase social en crecimiento en la ciudad.
Sin embargo, su edificación no fue solo un capricho. El diseño original contemplaba una serie de espacios que iban más allá de una simple casa de residencia. Con más de 7000 m², la estructura incluía amplias zonas comunes, dependencias para servicio y curiosamente, un oratorio. Todo estaba meticulosamente pensado para satisfacer tanto las necesidades funcionales como el gusto estético de la época.
Un vistazo a la arquitectura
La Casa Burés no deja a nadie indiferente. Su fachada de piedra se caracteriza por el uso de sillares sin pulir, que confiere un aire rústico a un edificio de gran elegancia. Cada rincón emana modernidad, desde los hierros de los balcones hasta las curvas delicadas de la decoración. Es innegable que Berenguer, en colaboración con Pascual, logró un diseño que destaca por su *originalidad y sencillez al mismo tiempo*.
Además, los dos vértices del chaflán deberían haber tenido torres circulares, pero solo una se materializó. La otra fue sustituida por un coronamiento, ofreciendo una continuidad visual llamativa. Este tipo de decisiones arquitectónicas no eran solo estéticas; eran estratégicas para maximizar la luz natural dentro del edificio.
Un interior que cuenta historias
Cruzando el umbral de la entrada, el visitante se encuentra con un vestíbulo adornado que es todo un espectáculo. Decorado con capiteles que representan animales, este espacio no solo tiene la función de recibir, sino que introduce al visitante en la historia que encierra la Casa Burés. La joya de este lugar es una escultura de un oso pardo abrazando una lámpara, que se erige en la base de la escalera principal como símbolo de hospitalidad.
Las estancias principales resguardan decoraciones originales que parecen contar relatos de otra época. Los suelos de mosaico, diseñados por Pau Roig, ofrecen un contraste vibrante frente a los techos ornamentados que muestran un claro interés por los aspectos estéticos de los elementos constructivos. Además, los paneles escultóricos del comedor, obra de Joan Carreras, encarnan la esencia de la burguesía de la época al reflejar deportes y personajes icónicos.
La evolución de la Casa Burés
Con el paso del tiempo, la Casa Burés ha cambiado de mano y de uso. Tras la muerte de Francisco Burés en 1907, el edificio pasó por varias etapas significativas. La empresa familiar continuó operando hasta su disolución en 1920. Desde entonces, el edificio ha sido testigo de la evolución de Barcelona, siendo testigo del auge y caída de la industria textil.
En 2007, el Ayuntamiento de Barcelona adquirió la casa, con la idea de convertirla en un centro de interpretación del modernismo, pero la venta a la Generalidad de Cataluña poco después cambió su rumbo. A partir de 2014, empezó a gestarse un nuevo capítulo en su historia. La rehabilitación a la que se sometió la Casa Burés se ha alineado entre los esfuerzos por *preservar su esencia original*, mientras que se modernizaba para satisfacer las demandas actuales.
El futuro: mantener viva la herencia
Hoy en día, la Casa Burés se está transformando en un complejo de lujo. Esta rehabilitación está siendo meticulosamente realizada por Bonavista Developments, en asociación con artesanos y expertos en patrimonio. El objetivo es claro: revitalizar un legado cultural. Desde la recuperación de la escultura del oso pardo hasta la restauración de mosaicos, cada detalle es significativo.
El resultado de toda esta labor promete ofrecer no solo apartamentos de lujo, sino un pedazo de historia que sigue vivo. Se planea incluir instalaciones modernas como piscinas, un spa y un gimnasio, permitiendo que la Casa Burés siga siendo un lugar atractivo y relevante en el panorama barcelonés. Aunque ha cambiado de función, su esencia perdura.
Reflexiones finales
La Casa Burés es un ejemplo fascinante de cómo un edificio puede ser un reflejo de sus dueños y de su tiempo. Desde el auge del modernismo hasta su transformación en un espacio contemporáneo, se mantiene viva la narrativa de la historia barcelonesa. La combinación de su rica historia, su arquitectura impresionante y su futuro prometedor asegura que la Casa Burés seguirá siendo un lugar emblemático de la ciudad.
Al final, cada ladrillo y cada escultura de la Casa Burés nos cuentan algo. Nos recuerdan el poder de la tradición y la adaptabilidad de la cultura, mostrando cómo, a pesar de los cambios, la esencia de un lugar puede perdurar a través del tiempo.