Desde hace 13 años, la fachada del número 463 de la Gran Via se ha convertido en un recordatorio cinematográfico de lo que una vez fue el icónico Cine Rex de Barcelona.
En su época dorada, este cine, parte del prestigioso Grupo Balañá, vivió momentos de esplendor que hoy se recuerdan con nostalgia.
Sin embargo, desde su última proyección el 29 de julio de 2010, el edificio ha permanecido abandonado, transformándose en un lienzo para artistas urbanos y grafiteros. Pero ¿hasta cuándo perdurará esta imagen?
Cine Rex de Barcelona: un viaje al pasado cinematográfico
El Cine Rex tiene una historia rica que se remonta a su inauguración en la Nochebuena de 1940. A lo largo de los años, fue más que un simple cine; fue un lugar que acogió grandes estrenos y experimentó renovaciones, siendo Antoni Bonamusa el responsable de darle un toque distintivo.
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Su edad de oro comenzó en 1969 cuando se unió a la colección de salas de los herederos de Pedro Balañá, convirtiéndose en un lugar tan querido como el Urgell, el Alcázar y el Aribau.
La última película proyectada, ‘El concierto’ de Radu Mihaileanu, añadió un toque metafórico al cierre del Rex, ya que narra las peripecias de una orquesta que escapa de la URSS y al llegar a París, ve cómo sus miembros toman caminos inesperados.
De manera similar, los cines que dejan de ser cines en Barcelona a menudo renacen como supermercados o tiendas de moda, siguiendo un curso diferente en la historia.
Grafitis en su fachada
La fachada del Rex, desde su clausura, ha sido testigo de continuas transformaciones artísticas. Desde los pulpos gigantes de Kraken hasta las actuales letras que simplemente deletrean «burro», el edificio ha sido un punto focal para artistas del aerosol.
Esta metamorfosis constante, aunque apocalíptica en su propia manera, añade un toque de vida a un lugar que de otro modo estaría abandonado y olvidado.
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Más de la mitad de la manzana que rodea la Gran Via y las calles de Calàbria, Diputació y Rocafort, donde se encuentra el cine, está calificada urbanísticamente para permitir la creación de un interior de manzana que alivie la densidad de población en esa área de la ciudad.
Sin embargo, las normas urbanísticas complican el destino del Rex. Aunque podría reabrir como sala de proyecciones sin modificaciones significativas, el precio asociado con la posible expropiación para proyectos urbanísticos representa un obstáculo significativo.
El Grupo Balañá, propietario del edificio, tiene la capacidad de realizar trabajos de mantenimiento, pero las condiciones establecidas por el Ayuntamiento de Barcelona para la expropiación indican que el proceso sería costoso.
Las normas urbanísticas, a veces crean callejones sin aparente salida, y mientras tanto, la fachada del memorable Rex sigue siendo una paleta para el arte del spray.