- La escultura, con el mecenazgo de ‘The 19th Hole’ del Grupo Enjoybcn, se ubicará a partir del 19 de octubre frente a la Torre Urquinaona.
- “El Saltador invita a penetrar en la profundidad de Barcelona con espíritu nuevo y encarna valores como el coraje y el compromiso”, explica Díez
Un homenaje a Barcelona
El artista internacional Jordi Díez inaugurará el próximo 19 de octubre El Saltador, una escultura que rinde homenaje a la ciudad de Barcelona y encarna valores como la tolerancia, el coraje y el compromiso. La obra se situará a pie de calle frente a la Torre Urquinaona, en el número 6 de la plaza Urquinaona, y está promovida y financiada por el The 19h Hole (the19thhole.barcelona), business lounge destinado a todos aquellos profesionales que necesitan un espacio donde encontrarse con sus clientes y equipos de trabajo para reuniones de dirección, en streaming, presentaciones de producto o cualquier tipo de evento.
La escultura representa un saltador de trampolín justo en el momento de entrar en el agua. Está situada estratégicamente de forma que la estatua parece haber saltado desde lo alto de la Torre Urquinaona. El saltador se sumerge en una superficie de acero que simboliza el mapa de Barcelona, una incursión que pretende invitar a todo aquel que la observe, a adentrarse en una dimensión más profunda y valiosa de la ciudad desde el compromiso y la determinación.
La estatua mide más de tres metros de altura y está compuesta íntegramente de acero inoxidable Aisi 316L (también conocido como acero marítimo), con gran capacidad de resistir la corrosión. Jordi Díez ha tardado prácticamente un año en crear la escultura, una obra realizada íntegramente por el artista. Para la construcción del pedestal, Díez ha contado con la colaboración de la Fundición Artística Vilà, situada en la localidad tarraconense de Valls.
El Saltador pretende ser la aportación del The 19th Hole a la dignificación de este espacio público que tiene muchas deficiencias, y poner en valor la Torre Urquinaona , construida en 1972 por Antoni Bonet.
Entre lo antiguo y lo moderno
En el trabajo de Jordi Díez convergen el reto técnico y anatómico de la escultura clásica con la introducción de valores abstractos y deconstructivos del arte contemporáneo. Su trabajo, por tanto, representa un encuentro entre lo antiguo y lo moderno.
El Saltador es una escultura hecha a mano con electrosoldadura en su totalidad. Partiendo de un estudio de las proporciones de un saltador de trampolín profesional, se inició el trabajo a partir de un esquema básico en acero del esqueleto, sobre el que se trazaron con varilla las líneas básicas de la musculatura, generando unos perfiles fundamentales que a continuación se empezaron a relacionar entre sí, con varilla de acero primero y con fragmentos de chapa de acero después.
La pieza está inspirada en el saltador de trampolín británico Tom Daley @tomdaley. “Me llamó mucho la atención lo que hace, cuenta el escultor, tanto desde el punto de vista de la competición como desde el punto de vista de su vida pública, ya que fue uno de los primeros deportistas de élite en hacer pública su homosexualidad y se ha convertido en un activista de los derechos LGTBIQ+”
En esta obra, y en la obra de Díez en general, confluyen por un lado los valores anatómicos y volumétricos con el dibujo de la superficie, una especie de tatuaje en el que la presencia del hueco, del interior, tiene tanto valor como lo que podríamos llamar la piel.
Finalizada la escultura, se reforzó interiormente con una sólida estructura de barra maciza de acero y se procedió a someterla al tratamiento de acabado químico de decapado y pasivado.
“El acero inoxidable posee la cualidad de la inmaterialidad. Se puede decir que en realidad carece de color: refleja el de lo que le rodea, de forma que puede ser incandescente en un atardecer, o azul en un amanecer invernal. Estar delante de una escultura de acero es estar frente a una imagen que nos saluda desde el otro lado de la realidad”, explica Díez.
Jordi Díez modela con el aire, aprisionándolo con fragmentos de acero de forma abierta, respetando la presencia del vacío, invitando al espectador a completar lo que ve. En su trabajo no busca expresar la corteza exterior, sino la vitalidad, la energía interna.
Un mensaje para la ciudad
El Saltador nos invita a sumergirnos en la ciudad de Barcelona y no quedarnos en la superficie. Se trata de una inmersión no sólo arquitectónico y urbanística, sino también cultural y social. Una invitación a conocer, descubrir y entender. Y, por extensión, una llamada a la comprensión y la tolerancia. En definitiva, un homenaje a la tolerancia en Plaza Urquinaona, quizás el lugar más convulso de la ciudad.
Para Jordi Díez, El Saltador invita a penetrar en la profundidad de la ciudad con espíritu nuevo, accediendo así a un nivel más allá de la superficie, de la apariencia, “hasta el corazón donde palpita la fuerza de una ciudad eterna llena de tesoros”. La acción de sumergirse por completo implica dejar atrás cualquier reserva y penetrar en una realidad distinta de la ordinaria. Más potente, más profunda. “Esta acción proporciona la visión de esa realidad que, de otro modo, no se alcanza”, añade.
En El Saltador, según Díez, también tenemos una expresión evidente del carpe diem, de aprovechar el momento frente a la fugacidad. En paralelo, y reforzando este concepto, se encuentra el de penetrar en lo imposible: “El hecho de que una figura penetre en una sólida superficie de acero, convirtiéndola en fluido, diluye la frontera de lo razonable ampliando infinitamente la realidad. Es a través de la determinación, la entrega y la confianza como accedemos a un flujo vital mucho más poderoso que el normal. A partir de aquí el significado se diluye en lo indescifrable, que es donde el arte desarrolla todo su poder”.
Una obra de arte no está completa, según Díez, hasta que el receptor -en este caso los barceloneses y sus visitantes- juegue su papel como crítico o espectador. “A partir del momento en que la escultura se ponga a disposición de la ciudad, su vitalidad dependerá de los ciudadanos. Mi deseo es que haya miradas, por supuesto atentas, a pie quieto, pero también de pasada, fugaces, casi inconscientes. Y que esas miradas den en el que mira una idea de fuerza, de entrega y valentía, de los valores que manifiesta El Saltador”, explica el artista.
A criterio del mismo Diez, “una obra pública implica una gran responsabilidad. Formará parte del día a día de muchas personas, y será un acento puntual en la vida de otras tantas. La escultura pública es un mensaje que se lanza a muchas personas, también venideras. A estas alturas de siglo cualquier mensaje que reúna estas condiciones ha de ser obligadamente positivo y universal; como es el caso de El Saltador”.
Jordi Díez, el artista del acero
Jordi Díez Fernández nace en Valladolid, España, el 5 de marzo de 1966. Actualmente vive y trabaja en Centelles, Barcelona. Abrió en 1989 su primer taller en Fresnedillas de la Oliva (Madrid). Allí, aislado durante tres años, configuró el concepto escultórico de su trabajo.
La expresión de la figura humana es el eje en el que gira su obra.
En las diferentes etapas de su trayectoria utiliza todos los materiales propios de su oficio: piedra, hierro, madera y terracota. Para Jordi Díez estos materiales son la antesala de trabajar exclusivamente el acero inoxidable, un metal en el que encuentra el potencial expresivo que necesita para sus obras, dejando atrás el discurso de la representación virtuosista y dando paso al interior, a la energía interna.
En esta investigación formal se encuentra de lleno con la presencia del hueco, del vacío, de la deconstrucción de la superficie. Así, Jordi Díez utiliza el metal estrictamente necesario para aprisionar el aire que contiene la forma, alcanzando un grado de síntesis y ligereza que potencia la expresión y la sensación de estar frente a la realidad que subyace tras lo tangible.
Su obra está repartida por todo el mundo en museos, templos, espacios públicos y colecciones particulares.
Las obras públicas de Jordi Díez están ubicadas en París (Monumento a Rafa Nadal, Roland Garros) Barcelona (Horizon Head, Plaza de la Catedral | Homenaje a Carlos Martínez & Jos Galán Arquitectos, Centro Comercial Glories | Lita y Steel Loverls, Hotel ME Barcelona), Lyon (La línea de la vida en Kratos Safety), Madrid (Leda), Utrera (Abate Marchena), Centelles (Monumento a Ildefons Cerdà), Sant Sadurní d’Anoia (Age Quod Agis en Bodega Can Bas), Vic (San Hipólito en Diócesis de Vic), Vinarós (Monumento a las Cofradías de Vinarós) y Escaldes-Engordany, Andorra (Nefer 2.0).
Los dos grandes referentes del autor, y que aparecen en sus obras de forma más o menos tangible, son Beethoven y Miguel Ángel. “Para mí prácticamente no están diferenciados”, dice. También bebe de la influencia de Donatello, Fidias, y Tutmose, “el escultor del portentoso busto de Nefertiti”, una de las mejores
esculturas de la historia. En cuanto a piezas concretas destaca la influencia de la Victoria de Samotracia, el Laocoonte o el Torso de Belbedere, así como la tradición modernista catalana, con escultores como Josep Llimona, Josep Clarà y Miguel Blay y Fàbrega.