El renombrado escritor colombiano Gabriel García Márquez, cariñosamente conocido como Gabo, dejó una huella indeleble en la ciudad de Barcelona durante la década de 1970.
Su paso por la capital catalana no sólo marcó una transición importante en su vida personal, sino que también influyó significativamente en su carrera literaria.
García Márquez llegó a Barcelona en la década de los sesenta junto a su esposa Mercedes Barcha y sus hijos Rodrigo y Gonzalo. Este viaje desde su Colombia natal a Barcelona fue un punto de inflexión en su vida, marcando el inicio de una nueva etapa tanto en lo personal como en lo profesional.
Inicialmente se establecieron en un apartahotel en la calle Lucà, antes de mudarse al número 168 de la avenida República Argentina. Este modesto apartamento se convertiría en un lugar de profunda importancia para el escritor, un crisol de pensamientos y creatividad.
En las calles de Barcelona, Gabo encontró la tranquilidad y el ambiente propicios para abordar un proyecto literario ambicioso, comparable en magnitud a su obra maestra, «Cien años de soledad».
Barcelona, con su mezcla única de modernidad y tradición, proporcionó el escenario perfecto para sumergirse por completo en la que él mismo llamó la novela en la que más trabajo y esfuerzo invirtió: «El otoño del patriarca».
Gabriel García Márquez en Barcelona: historias de su vida y obra
No solo escribió en Barcelona, sino que también se convirtió en parte activa de la vida cultural y social de la ciudad. Su amistad con el escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien vivía en la misma calle.
En esa Barcelona vibrante de los años sesenta, Gabo no sólo forjó lazos literarios, sino que también se involucró en cuestiones políticas relacionadas con América Latina.
En las paredes de su hogar resonaron discusiones acaloradas y debates apasionados sobre la revolución y la política.
Pero la vida de Gabo en Barcelona no consistía solo en seriedad y política. Sus amigos lo recuerdan por sus legendarias siestas, en las que parecía medio dormido pero de las que ocasionalmente surgía alguna frase genial.
También disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida, como comprar membrillos de guayaba en una tienda cercana o compartir huevos fritos con patatas en el restaurante El Reno.
Hombre de supersticiones
Además de ser conocido por su genio literario, Gabo también era un hombre de rituales y supersticiones. Evitaba dormir en un apartamento debido a las creencias de una vecina considerada «pavosa». Promovía la naturalidad y aconsejaba a sus amigos que este rasgo les abriría puertas en la vida.
A pesar de que dejó Barcelona en 1975, su legado perdura en la ciudad. La biblioteca construida en su nombre, recientemente reconocida como una de las mejores del mundo, es un testimonio de su influencia perdurable en los lectores catalanes.