Aquella famosa loseta gris de cemento hidráulico, más conocida como panot de Barcelona, hace parte de la ciudad desde el desarrollo del Eixample.
Esta loseta es parte de la ciudad. Es un pavimento muy barcelonés, incluso ícono de la urbe.
La investigadora y Doctora en Espacio Público y Regeneración Urbana, Danae Esparza, en su libro “Barcelona a ras de suelo”, analiza en detalle el pavimento de la ciudad y saca a la luz la historia y datos de interés.
Sus investigaciones han permitido descubrir singulares diseños de cerámicas y losetas y de paso, mucha historia.
Uno de los hallazgos que más destaca es que para el año 1906, el Ayuntamiento sacó un concurso público para escoger cinco diseños de loseta. En esta época los ganadores fueron los más populares en la actualidad, entre ellos el famoso panot de la flor.
Lo que se conoce de la historia del panot de Barcelona
Esta reconocida loseta conocida como panot, al parecer fue utilizada con mucha anterioridad. Sin embargo, Danae Esparza indica que su uso sólo se documenta a partir de 1906.
De hecho, fue uno de los cinco diseños escogidos por el Ayuntamiento en el concurso público de la época.
En su momento esta licitación fue de gran relevancia para la construcción de una ciudad sin murallas y que se expandía en medio de una urbanización caótica.
Y la razón de la exageración en los pavimentos era económica. Inicialmente salían del dinero que daban los mismos moradores y era acorde a lo que cada uno debía sufragar.
Para ese entonces los proyectistas pedían para las calzadas la costosa piedra natural de Montjuïc y el “firme de paseos”, un tipo de macadán de tierra compactada.
Si alguna empresa de pavimentación o propietarios querían utilizar otro material, tenían que pedir permiso municipal.
A la hora de homogeneizar las aceras llegó el panot de Barcelona
Debido a que pavimentaban de forma fraccionada y costosa, la Comisión del Ensanche aprobó varias medidas para homogeneizar las aceras. Con ello extendió una solución efectiva y económica que algunos vecinos ya habían realizado. Se trataba del cemento hidráulico.
Este cemento facilitaba la creación de texturas y mosaicos en las calles de la ciudad y se integraba muy bien a la urbanización fragmentada y desigual de la ciudad.
La ventaja de la época con respecto a este insumo, era que la industria catalana producía cemento, con lo cual los mosaicos de este material habían adquirido popularidad entre la pequeña y alta burguesía.
De hecho, desde años atrás ya se comercializaba una versión exterior cuadrada y resistente.
En definitiva, las baldosas hidráulicas de diversas formas, mosaicos y transformadas en piezas artísticas, han hecho del suelo de Barcelona el mejor lienzo para plasmar la creatividad.